Concebimos la edición como una función social, y la cultura —en la que pretendemos incidir en la medida de nuestra discreta dimensión— como una función germinativa, en la que las ideas, los conocimientos, la belleza y la creación humana nos dan instrumentos para transformar día a día y entre todos nuestra sociedad en un colectivo en el que podamos vivir todos.
Consideramos al lector el elemento esencial del libro porque él hace que la obra de los creadores viva y se recree una y otra vez. Nuestro lector ideal es el que disfruta leyendo, piensa lo que lee y utiliza lo que aprende.
Nuestro mayor activo es el formado por los autores que piensan en los seres humanos pero saben extraer de la lengua las más bellas formas literarias. Valoramos como autores o coautores a las personas que, introduciendo, comentando, traduciendo o ilustrando, enriquecen y completan la obra.
Somos una pequeña empresa pero contamos con grandes colaboradores, internos o externos, con los que nos esforzarnos en mantener relaciones de cooperación.
Agradecemos una crítica rigurosa que oriente a los lectores y nos ayude a mejorar día a día nuestro trabajo.
Distribuimos nuestros libros por todos los canales legítimos, pero consideramos la librería el punto ideal para que todos los lectores conozcan y adquieran nuestro fondo. Pedimos el apoyo de profesores y bibliotecarios para que cualquier persona interesada, niño o adulto, tenga acceso a nuestras publicaciones.
Luchamos contra las fotocopias ilegales que degradan el libro y al lector y defraudan los derechos de cuantos intervienen en aquél.
Nuestra posición de independencia política y compromiso social nos lleva a colaborar con movimientos y personas también comprometidas. Aparte de las acciones diversas que venimos haciendo desde nuestra fundación, desde el 1 de enero de 1994 destinamos el 0,7% del beneficio bruto de nuestros libros a programas de desarrollo del Tercer Mundo a través de organizaciones no gubernamentales.
Luchamos contra la degradación del Medio Ambiente, por lo que actualmente todo el material de promoción, y algunos de nuestros libros, están impresos sobre papel reciclado ecológico.
Ediciones de la Torre se gestó en 1975, a partir de un proyecto de una plataforma cultural y social. La editorial comenzó sus actividades en mayo de 1976; en 2011, que cumplimos 35 años, acercándonos a los 600 títulos… Y con la decisiva ayuda de nuestros lectores seguiremos acumulando años y libros.
Nuestra filosofía
En momentos difíciles, formulaciones sencillas.
El libro enlaza a dos personas: la que escribe y la que lee. Todos los demás agentes que intervienen deben de estar al servicio de ellos. Consecuentemente, cualquier análisis del presente o proyecto para el futuro deben tener en cuenta, sobre todo, las necesidades de esos dos protagonistas del libro. En equilibrio: porque si dejamos que el lector domine al escritor (aunque ese dominio le venga inducido por los magos del marketing o de la manipulación política) o que el escritor (por iguales o similares motivos) domine al lector, se rompe la simbiosis necesaria entre quien crea el libro y el que lo recrea (una y otra vez y en cada ocasión de manera distinta) con su lectura, desarrollando las infinitas posibilidades que el texto tiene. Y sin esa simbiosis, el libro se empobrece.
Afirmemos pues que el futuro del libro será lo que quien escribe y quien lee decidan. Ellos serán los que tengan que establecer, con los menores condicionamientos posibles, la función que deben cumplir los demás agentes (recuérdese, secundarios) que intervienen en él: editores, impresores, libreros, bibliotecarios, profesores, críticos, etc.
Por mi parte, desde mi visión de editor, supongo que el escritor querrá la mejor forma y mejor cauce para lo que ha escrito: querrá fijar su texto y presentarlo de la forma más bella, más comprensible, protegido frente a manipulaciones o degradaciones, accesible y asequible; querrá que su obra perdure el mayor tiempo posible y conservando sus propiedades. El lector apreciará eso mismo y además exigirá poder manejar ese texto (que él hace suyo cada vez que lo utiliza) con plena autonomía, sin trabas políticas, económicas o tecnológicas. Si esto es así, parece evidente que los demás intereses políticos, industriales, comerciales, etc. deberían quedar supeditados a los fundamentales del escritor y del lector.
Dicho todo esto, en un momento en que todo el mundo habla del libro electrónico y de las distintas tecnologías para su producción y su lectura, parece razonable concluir que erán nuestros lectores y escritores, con los mínimos condicionamientos y limitaciones posibles, quienes decidan primar al libro electrónico sobre el libro impreso o viceversa. Ellos deben determinar qué tipo de obras tienen una edición electrónica o una impresa y cuáles ambas. Es muy posible que, como en tantas ocasiones, la «nueva» tecnología no anule la «antigua» sino que la complemente y ambas se enriquezcan mutuamente. Si eso fuera así, los agoreros, los que desde hace décadas anuncian la desaparición del libro «tradicional», quedarían desautorizados y el libro, nuestro amado libro impreso, tendría tan larga vida como la sociedad libre y culta.